Evelio Cely: Risaralda me atrajo por su gente

Evelio Cely, nuestro entrenador de ciclismo –de ascendencia boyacense, nacido en Bucaramanga, costeñizado en Barranquilla a donde llegó a los 8 años de edad y afincado en tierra pereirana- es un ‘pandemonium’ de anécdotas que va contando a la velocidad del ciclista pistero en los últimos 200 metros: no para hasta terminar su historia.
Evelio es ‘un verdadero costeño que se define por su alegría ante la vida’ como alguna vez lo escribió el periodista y escritor, Juan Gossaín. Pero también su raíz boyacense revive en su espíritu laborioso, en tanto que de su natal Santander heredó su actitud franca, directa y enfática, mientras que en Pereira terminó contagiándose del donde de gentes de la casta antioqueña. Su vida es una auténtica Vuelta a Colombia.

Fue ciclista rutero en su juventud. Compitió entre los años 1970 y 1983. Un año después empezó su carrera de entrenador pedaleando con sus conocimientos por Atlántico, Arauca, Bogotá, Cundinamarca, con varias etapas en la Federación Colombiana de Ciclismo y metas intermedias por Bolivia donde fue seleccionador nacional y en Venezuela dirigiendo por el Zulia y Trujillo cuando el ciclismo era grande en este país, para pasar luego a Ecuador y finalmente instalarse en Risaralda.
Pereira no lo era desconocida pues tuvo la ocasión de participar por su departamento adoptivo en los Juegos Nacionales de 1974, siendo muy joven, en la ruta. Corrió tres Vueltas a Colombia en tiempos en que un ciclista de la costa norte era bastante exótico en el ciclismo nacional. Obviamente la montaña no era su fuerte, pero pese a estar en la parte intermedia del pelotón era el consentido no sólo de las trasmisiones radiales sino de la afición que lo llenaba de obsequios en cada meta.
Su vida en la bicicleta son kilómetros de relatos imposibles de compilar en este breve repaso biográfico. La Vuelta a Colombia de 1977 es la campeona de sus anécdotas, cuando viajó a competir solo a competir, con un entrenador y un acompañante. En Pasto, rumbo a Ipiales, se desapareció la maleta del técnico y con ella la plata que llevaban para la inscripción y participación.
Un coterráneo suyo, el comisario Emigdio Martínez, le ayudó pagando dicha inscripción que le daba derecho al alojamiento y alimentación en los hoteles. Pero en carreteras las desdichas se prolongaron: sus auxiliares eran bastante novatos en esas lides y para cuando los necesitaba no aparecían. Terminaba siendo auxiliado por el vehículo de la policía vial que se volvió su carro acompañante. Conocida su historia en el aeropuerto de Pasto, plata no le faltó para seguir en competencia. Hasta el comentarista Julio Arrastía Bricka le tendió la mano con 5 mil pesos de esa época.
Luego tuvo la oportunidad de correr por equipos de marca con un mejor apoyo como la Licorera de Santander y Leche Sana Mejor es ponerle freno a esa bicicleta de sucesos por la vía asfáltica y adentrarnos en su trayectoria como entrenador. Empezó en Atlántico cuando estaba estudiando Educación Física, después de haber intentado con la economía. Se ganó un concurso para una vacante de entrenador y se dieron el lujo de esperarlo hasta que vencido su resabio decidió aceptar el cargo. Y empezó ese largo recorrido antes descrito hasta que llegó a Risaralda.
Después de estar en Ecuador decidió regresarse a Colombia y cuatro ofertas lo esperaban: nuevamente de la Federación, de Bogotá, del Quindío y de nuestro departamento. De eso hace como nueve años: “Dije, voy a probar en Pereira pese a que no estaba muy entusiasmado pues era la ciudad donde todos los días llovía. Pero finalmente Risaralda me atrajo por su gente, por la libertad para hacer mi trabajo y la familia terminó encariñándose con la ciudad”. Tiene dos hijas a las que poca fuerza les hizo para que fueran ciclistas.
Como entrenador sus resultados han sido más elocuentes y ganadores que como deportista. En Risaralda recuperó la actividad pistera, especialmente en las pruebas de grupo y fondo, formando semilleros y talentos con los que hoy tienen una buena cosecha de medallas e impulsó profusamente la ruta. Aquí culminamos este recuento biográfico de Evelio Cely que es apenas una contra reloj, porque para contar de su vida, obra, anécdotas y vivencias, toca hacer un Tour de Francia: tres semanas de crónicas.