El primer Museo de la Bicicleta que tendrá Colombia, abrirá sus puertas en Santa Rosa de Cabal
Por: Óscar Andrés Quintero Aguirre - Asociado Acord Risaralda , Especialista en Periodismo Deportivo.
Elementos históricos como bicicletas, camisetas, cascos y fotografías hacen parte de este mágico lugar que será inaugurado en los próximos días.

El 15 de mayo de 1987 fue, es y será una fecha inolvidable para el deporte colombiano y específicamente para el ciclismo. Aquel viernes, por primera vez en la historia un hijo de esta tierra se coronaba campeón de la mítica Vuelta a España, se trató de Luis Alberto Herrera.
Lucho, el jardinerito de Fusagasugá, se ubicó en los más alto del podio de una de las tres grandes carreras ciclísticas del mundo gracias a la fuerza de sus piernas y a la confidencia de su gran amor, su caballito de acero, el mismo que reposa en el Primer Museo de la Bicicleta que tiene Colombia, el cual se encuentra ubicado en Santa Rosa de Cabal, Risaralda.
Un sueño que surgió hace varios años gracias al ingenio y la pasión de Evelio Vasco Galvis, consagrado ciclista santarrosano, hoy es una realidad, cientos de objetos de valor histórico no solo para Colombia, sino para el mundo reposan en el Primer Museo de la Bicicleta que abrirá sus puertas en los próximos días a los amantes del deporte de las bielas y los pedales.
“Mi vida siempre ha estado ligada al ciclismo en distintas facetas, hace unos 20 años me nació la idea de crear un museo que recopilara la historia de este deporte en nuestro país. Desde ese momento empecé a adquirir bicicletas que tienen mucha historia, y distintos artículos de esta disciplina a nivel nacional e internacional”, manifestó Evelio Vasco.
Y es que en este lugar ubicado en la Villa de Don Fermín, reposan bicicletas que representaron innumerables alegrías para Colombia, en las que los pedalistas recorrieron las carreteras del país y el mundo con el único objetivo de conseguir una medalla, un trofeo o lograr una corona teñida de amarillo, azul y rojo.

“He adquirido muchas bicicletas de ciclistas profesionales que ya las tenían en el olvido, deterioradas, y yo las empecé a restaurar. La de Lucho Herrera la conseguí por medio de unos amigos en el norte de Caldas, sabía cuál era la historia de ella, la importancia que tenía para nuestro país, la logré adquirir y la empecé a restaurar. Es una bicicleta Vitus francesa en fibra de carbón, estaba el solo marco, todos los repuestos los logramos conseguir con los mismos amigos que sabían en el lugar que estaban”.
La joya de la corona
Y aunque la Vitus de ‘Lucho’ es el más preciado tesoro, el Museo de la Bicicleta cuenta con más de 50 bicicletas italianas, españolas, francesas. Gorras, camisetas, cascos, zapatillas y cientos de caramañolas que inmortalizan las grandes gestas de los escarabajos colombianos.
Hasta la edición limitada de bicicletas Campagnolo, producida en 1983 como homenaje a los 50 años de esta marca, y de la cual solo sacaron 3 mil ejemplares, se encuentra en el Museo de la Bicicleta. En aquella oportunidad la firma creada por el ciclista italiano Tullio Campagnolo (fallecido), también produjo 10 mil grupos mecánicos, uno de ellos reposa en este mágico lugar. Como diría don Evelio: “una verdadera joya”.
En imágenes
Revistas, álbumes y fotografías engalanan esta galería ciclística que espera recibir muy pronto a propios y visitantes. Una de las imágenes de más valor histórico y sentimental para Evelio, la cual embellece este lugar, es la del Tour de Francia de 1924, ganado por el italiano Ottavio Bottecchia.
“Esta fotografía me la envió un colega de Estados Unidos, él la adquirió allá y me dijo que me la regalaría, pensé que llegaría un poco deteriorada porque es original, pero se tomó el trabajo de restaurarla y mandarla a enmarcar, por ello tiene un gran valor para mí”.
Su historia
Actualmente Evelio Vasco pasa sus días atendiendo su almacén de bicicletas ‘Dos Ruedas’ en Santa Rosa de Cabal, el cual adquirió luego de muchos años de practicar el ciclismo de manera competitiva. Recuerda que de niño el único juguete que le llamaba la atención era la bicicleta, ni los carritos y mucho menos el balón lograron captar su atención. Y aunque doña Marina (mamá) no estaba muy de acuerdo en que viviera montado en la ‘bici’ por el peligro que ello representaba, su papá Abraham siempre lo apoyó, pues ha sido un fanático de este deporte.

“Tuve la oportunidad de competir con la mayoría de ciclistas profesionales aquí en Colombia, estamos hablando de Alfonso Flórez, Abelardo Ríos, de tantos que se me escapan en el momento. Varias veces me pasó que me tocaba irme en la bicicleta desde Santa Rosa hasta los pueblos donde eran las carreras. Dos, tres y hasta cuatro horas pedaleando para llegar al lugar de la competencia, competir y otras cuatro horas de regreso hasta aquí. Pero no solo eso, cuando ganaba me tocaba traerme el trofeo al hombro (risas), son experiencias que quedan para toda la vida”.
Y aunque su objetivo de ser ciclista profesional tuvo que dejarlo a un lado, nunca se ha alejado de la bicicleta.
“Siempre soñé con ser un gran ciclista, pero en esas épocas (80s y 90s) era muy difícil, había que entrenar mucho, y pertenecer a las ligas no era mucho negocio, tenía que estar en un equipo de marca. Empecé en la Liga de Caldas, pasé a la de Risaralda, pero me fui desilusionando, ganando medallitas y trofeos no iba a sobrevivir en este mundo, entonces me tocó dedicarme a reparar las bicicletas”.
