¡Cuanto te extraño mi amado fútbol!

Por estos días, en el mundo entero se oyen más gargantas expulsando gérmenes que gritando…, no con la voz, sino con el corazón la palabra ‘gol’.
Tú, maldito Coronavirus que destierras la belleza y alegría de nuestros corazones, privándonos del popular opio del pueblo. Encierras la pasión que mueve las masas, llenándonos de tan solo recuerdos, a tal punto de hacer correr las lágrimas de impotencia…, como aquel niño a quien reprenden cuando hace algo indebido. A mi modo de ver, la desesperación del hincha, quien es el principal afectado en esta situación.
Ese que reluce las banderas de colores y símbolos de su club, aquel que se pasea retumbando matracas con los tambores junto a las trompetas por los distintos templos de este deporte, gritando con muchas ganas, implorándoles que pongan más huevos, juntándose en una yunta, formando una sinfonía entre tribuna sur, norte, oriental y occidental, haciendo llover serpentinas con papel picado, juntándolo con los extintores como también las bengalas de humo con tonos alusivos a su equipo.
Hoy en día el aficionado o fanático, como lo quieran llamar, se postra en un sillón viendo su hogar, relacionándolo a un maldito manicomio con una locura parecida a cualquier desorden psicológico un “futboladicto”. También lo asimila con la cárcel, siendo preso de su amor por esta disciplina. Aprecia de lejos la cancha sintiendo que lleva una cadena en su pie privándolo de su amor y de todo. Observa la tribuna gris, sola, descuidada y en decadencia. Observa el candado que tiene la entrada a su tribuna favorita, sin saber qué día podrá volverla a cruzar.
Querido fútbol, gracias por darme la alegría de jugarte. Por ti, me fui llorando de un campo de juego, eres el culpable que haya hecho amigos, de jugar con desconocidos. Te practicaré descalzo, sin playera, con un balón, globo o una simple botella de plástico. En ocasiones, con molestias o lesionado, pero siempre a muerte…, sea por un refresco o trozo de pan, para mí, como una final de la Copa Libertadores de América. Bendito y amado fútbol.
En este encierro no nos queda más que observar las repeticiones de los encuentros memorables de nuestro club o selección. Necesitamos asimilar la euforia del juego cuando agarramos el control de la Play Station para jugar un FIFA 2020. Se hace obligatorio patear un balón contra la pared de nuestro patio para no entrar en discordia con la calma, y por último, leer los relatos de Eduardo Galeano y Roberto Fontanarrosa sobre el balón pie Sudamericano.
Cómo decirte que te pienso a todas horas, anhelo la pasión que generas por todo mi cuerpo. Deseo ver cuánto antes los templos donde te practican, repletos de feligreses, alabarte sin importar que haya ateos que no te glorifican. Me produce nostalgia no ver los cabezazos de CR7 después de alzarse en vuelo como un avión al despegar, la magia de Messi que hace ver insignificante a la de Criss Ángel, el despliegue eufórico de la 12 en la bombonera con el histórico: “y dale, y dale, y dale Boca dale”, al igual que la fintas de Neymar simulando la samba de los carnavales de Rio de Janeiro en una noche parisina.
No soy bueno dando mensajes motivadores, pero dando una opinión, diría que estala lograremos vencer con el juego empleado por el Atlético Madrid del Cholo Simeone, encerrándonos atrás en nuestra zona, viendo los momentos apropiados para salir. Honestamente, esta situación provoca un dolor en el alma. Como diría el maestro Ignacio Copani: “un domingo sin fútbol, es un domingo sin una pisca de sol”.
Esto hace sufrir a cualquier futbolero, veo unos días en calma y sin gol. El frío triste llega hasta la popular, postrándose de manera cariñosa en mis venas. No me queda más que mirar el almanaque tachando con rabia estos días que pasan, tanto así, que cuando recibo un “buenos días” en mi celular o de parte de mi madre, refuto en tono alto exclamando “de buenos no tienen ni un carajo”.
Mirando al cielo, le pregunto al de arriba: ¿Cuándo volverá el fútbol, señor? Hago un llamado a la calma ante esta difícil situación, porque entre más nos cuidemos, más rápido volverá la fiesta a la tribuna. No pienses que la vida es todo fútbol, pero si amas este deporte, este hace parte de tu vida. Cada que prevenimos un contagio, es un gol más que le metemos a este virus. No sé ustedes, pero quiero que ganemos por goleada. ¡Poropopó, poropopó, el que no salte, se contagió… Oh, oh, oh, ohh!