Crónica de un clásico que se llevó el Once Caldas

FOTO: NAHUN GUERRERO
Siendo el domingo 01 de marzo del año 2020, tanto la ciudad de Pereira como Manizales, se paralizaron ante el acontecimiento que desde hace 8 años 5 meses no ocurría. El “grande Matecaña” quería llenar de gozo a su hinchada para seguirlos ilusionando con la permanecía en la primera categoría, mientras que Once Caldas deseaba darle una alegría a su gente que se había desplazado desde la “ciudad de las puertas abiertas” para ver un gran partido que no solo tenía las miradas de dos ciudades, sino de todo el país.
En la zona de prensa sucedía algo muy llamativo, se demostraba que a pesar de los colores o el regionalismo siempre prima el buen fútbol. El presidente de ACORD Risaralda, Oscar Álzate y el de ACORD Caldas, Gabriel Cárdenas, recordaban viejas tardes de clásicos tanto en Pereira como en Manizales. Decían que hacía falta tener este tipo de partidos en primera, como también un ambiente donde las dos hinchadas pelearan, pero a gritos, silbidos y cantos; asimilándose con la presión de una caldera a reventar, dando a relucir la pasión junto a la euforia.
Alrededor del estadio fue toda una locura para ingresar, parecía la popular “fiesta del Toro de San Fermín” en Pamplona - España, celebración que consiste en que miles de ciudadanos corren tras el miedo de no dejarse cornear por un grupo toros enfurecidos. Ninguno se quería perder el clásico, se vivía con mucha intensidad incluso antes de entrar al estadio, misma sensación que corría por los cuerpos de los integrantes del Holocausto Norte y el Lobo Sur que no se hicieron esperar con sus canciones en contra uno del otro. La más llamativa fue la que le recordaba al Club Aurirrojo, el paso por segunda división que decía “Poropopó, poropopó el que no canta se fue a la B”.
La melodía y letra no solo vivía en las tribuna norte y sur, también en la VIP, allí se escuchaba a todo pulmón la sinfonía de “Y dale alegría, alegría a mi corazón lo único que te pido al menos hoy. La estrella en el escudo es mi obsesión, tenes que dejar el alma y el corazón”. Finalmente, después de tanto esperar el momento el espectáculo, se dio inicio con la salida de los equipos al terreno de juego. Por un lado, la afición pereirana prendió la luz de sus celulares para dar mayor iluminación al estadio.
De igual forma, los integrantes del lobo sur hicieron la pirotecnia con bengalas de color rojo y amarillo. Con un plus en esta salida, en la parte superior de la tribuna sur se asomaba la bandera con la frase “Pereira capital del eje”. Por otro lado, los del club Once Caldas con su mangas plásticas inflables de color blanco y negro. Todo el estadio era una locura, oficialmente se encendió la fiesta en el máximo escenario del fútbol risaraldense.
Con el pitazo inicial de Keiner Jimenez, comenzó la batalla entre 22 gladiadores por el poderío en tres departamentos (Caldas, Pereira y Quindío) al menos hasta que se vuelvan a encontrar en un par de días. Al minuto 11’, Kevin Londoño honraba el primer nombre de su equipo anotando un gol, y de esa forma partir el estadio en dos. Gran parte con tristeza y desasosiego, con “madrazos” o mensajes de apoyo ante un gol tempranero, y la otra pequeña mancha blanca con la alegría y gozo desde la “Perla del Ruíz”. El compromiso se comenzaba a teñir de blanco.
Siendo el minuto 15’, el aficionado Matecaña saltó de su asiento como Katherine Ibargüen en una de sus competencias por la oportunidad no concretada de Wilfrido de la Rosa, 4’ minutos después, Don Hernán Ramírez sonrió desde el cielo con la anotación Auriroja tras un tiro de esquina por el capitán y figura, Jhonny Vázquez. El Deportivo Pereira emparejó las cosas, y como diría la voz del estadio “Así sí, Pereira, así sí, Matecaña”.
La tensión se apoderó de cada aficionado, parecida a la de un padre que trabaja todo el día por las calles de una ciudad vendiendo sus artículos para llevar algo de comer para su familia. Tanto así, que los miembros de aseo, fuerza pública y logística sufrían con cada aproximación del Once Caldas, no querían perderse la fiesta… Arriesgándose a un llamado de atención de sus superiores. Bien lo decía Juan Román Riquelme, ex jugador de Boca Juniors: “el clásico es un partido diferente, la pasión del hincha va en este tipo de partidos a 200 por hora”.
El profe Craviotto no se quedó atrás, gritaba a los cuatro vientos: “esto es un clásico, corran y presionen carajo”. Por otro lado Roberto Ovelar, asustó a los simpatizantes del Depor con un frentazo que pasó rosando el poste derecho por la parte inferior. Susto parecido al de un novio cuando oye a su pareja diciéndole al oído: “tenemos que hablar”. Finalizando la primera parte, Marcelino Carreazo, pone a ganar al “blanco blanco” con un cabezazo que vence al portero Castillo. Huber Bother, tras finalizar el primer tiempo, le dice a sus jugadores que entren al camerino.
Otro de los acontecimientos de este partido, fue la fotográfica de un abrazo fraternal y charla de dos hinchas iconos de ambas instituciones. Don Alexander Ramírez, el popular “Zorro”, que lucía su capa con el escudo del Deportivo Pereira y una máscara con el rojo y amarillo. Por otro lado, José Orlando Vanegas, el popular “cole del Once Caldas” que desplegaba sus alas blancas con su cara pícara y alegre, porque su equipo se iba ganando al descanso. Sin duda, una reunión de dos hinchas fieles con una pasión que podría decir que trasciende los límites de la pasión y el amor.
6’ minutos después de dar inicio a la segunda mitad, Kevin Londoño ponía el 3 a 1 transitorio, aumentando la rabia y la impotencia del hincha pereirano. Sumando el hecho que la gente del Once Caldas les mostraban sus camisetas a los locales. El descontento se apoderó del hincha matecaña, ya que comenzaron a tirar sus bufandas al suelo, sin dejar de lado que también golpeaban las tribunas con la suela de sus zapatos, tal vez con la intención de hacer un cráter en la superficie.
Ya en el minuto 57’ el portero Castillo pone en peligro su integridad física en un mano a mano con Roberto Ovelar. Los espectadores presenciaron algo así como un accidente de tránsito entre dos autos a gran velocidad. En sus ojos se veía la imagen de “chipi chipi” en el suelo retorciéndose del dolor. El cuarto del club manizaleño parecía inminente y el Holocausto Norte se tomaba el Hernán Ramírez con sus cantos y cargas a la fanaticada rival, que con caras largas, especialmente en la VIP, rezaban al cielo esperando un milagro… o por lo menos el descuento de su equipo.
A falta de 15’ minutos para dar por terminada la contienda, los hinchas del grande Matecaña, comenzaban a irse del escenario cabizbajos, parecidos al de un colombiano después de salir de un día de trabajo plagado de humillaciones, regaños o simplemente, recibiendo la noticia de que su sueldo no pudo ser consignado. Los comentarios entre ellos no se hicieron esperar, se decían cosas como: “seguimos así y el otro año para la B”. O: “se nota que estos muchachos no saben lo que es jugar un clásico, eavemaria”.
Con 4’minutos de reposición, a la izquierda, la imagen de un grupo lleno de alegría similar a la de una plaza de mercadopero a la derecha, un velorio con lágrimas en sus rostros. A mi lado, una imagen que jamás se me olvidará como hincha del fútbol y periodista: Don Duberney Silva y Samuel Silva, padre e hijo, con un dolor en el alma por lo sucedido. Posteriormente, le dice el padre a su hijo: “Mijo, ser hincha del Pereira es duro, no cualquiera ama sin un título y con descensos. Ya vendrán días mejores”.
Finaliza el compromiso, dolor para el local y una alegría inmensa del visitante por ganar el clásico. Así es el futbol, las dos caras de la monedad, ¿lo bueno? Siempre habrá revancha en una próxima edición de este espectacular partido, esta vez en el estadio Palogrande de Manizales, “la ciudad de las puertas abiertas”.